lunes, 27 de septiembre de 2010

En el Presente - El Peregrino Gris

Hace poco más de un mes, la Dama de la Libertad nos condujo en un viaje interior y, antes de iniciarlo, nos pidió que dijeramos qué era lo que nos guiaba en este momento de nuestras vidas... 
Mi respuesta se conformó en un cántico en ese entonces, y hoy lo comparto aquí para que me recuerde y reafirme quién y qué soy...
Que me guíe de nuevo...
Frente a ciertos hechos y sucesos, que despiertan mis iras y decepciones, ansío que no llamen a los demonios dormidos, ni que aflojen los barrotes de las bestias enjauladas... 

Recuérdame, recuérdame, recuérdame....
 

Viaja el Peregrino Gris...
contemplando el Mundo que recorre
escuchando, sintiendo, viviendo... interviniendo.

Hijo de la Bendita Oscuridad
que toca el corazón de las personas.

Se deja fluir en el Río del Tiempo.
Se detiene a reflexionar en su Bosque Interior
Se sienta a vibrar con los Grandes y los Pequeños.

Hijo de la Bendita Oscuridad,
que canta en el silencio de la Noche.

Aprendiendo la lealtad, el valor, la compasión...
para la aceptación de ser quien está destinado a Ser.
Aprendiendo que el amor sin pasión es complacencia,
y que la pasión sin amor es insatisfacción.
Aprendiendo a templarse en el fuego de la experiencia,
cuando el frío de la desesperación lo paraliza.

El Peregrino Gris... está en mi.
Hijo Bendito de la Oscuridad...
Soy yo.
Ahora y siempre.
 

Finalizado ese cántico del ayer, esa afirmación del hoy, el viaje comenzó. 
Una vez más me dejé ir tranquilamente en el bote con forma de Caballo Marino y volví a navegar por las aguas... partiendo de los ríos mortales que nacen de las lágrimas del recuerdo, remonté en mi bote por las corrientes tranquilas que dan al Océano de las Aguas que Separan los Mundos, a través de las enormes Columnas del Tiempo y el Espacio y llegué finalmente a las aguas conocidas del Mar de las Estrellas.
Y luego, en el horizonte, se insinuaba la bella Isla de Avalón.
Mi Hogar...
Guiado por la voz de la Dama de la Libertad... me dejé fluir, ansioso de llegar al Puerto de las Tortugas y reunirme con quien siempre me reencuentro, y escuchar lo que siempre escucho de él. Jamás me cansaría de escucharlo decir cuánto me ama, cuanto valgo y que, por sobre toda las cosas, sea fuerte y valiente para los tiempos que se avecinan.
Sí... estaba dispuesto a volver a escucharlo, a solazarme con su fuerza.
Él estaba allí, como siempre, esperando, deseando, aguardando, velando, batallando a su manera. Cuando desembarqué del botecito, me ayudó a subir al muelle y, mientras me rodeaba con sus fuertes brazos, dijo algo que nunca había dicho hasta entonces, algo distinto y hermoso de escuchar:

León dijo: - Te extrañé...

Y eso me conmovió el corazón... saber que incluso desde aquél maravilloso lugar que llamamos Hogar, aún allí... nosotros los que aquí quedamos, no somos los únicos que anhelamos el reencuentro.
Las almas de nuestros seres amados también extrañan... nos extrañan... me extraña...
¡Tanto como yo a él!

Mientras regreso a mi peregrinaje por estas tierras mundanas, aferro y aprieto mi mano derecha sobre mi pecho, mirando hacia atrás, a la figura de mi León que aguarda y susurro: - No lo olvidaré...

En el sendero... regresando y volviendo... otra vez.

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