Luego del relato que me trajo el Cisne, viajo un poco más atrás en el Tiempo y rescato un cuento que compartió conmigo y con otros, hace mucho, la Pantera. Es algo que tuve siempre a bien recordar, pues lo veo muy acertado... una manera sencilla de comprender a aquellos que nos rodean.
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir a lo alto del cielo. A la vuelta, contó lo que vió. Dijo que había contemplado desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un Mar de Fueguitos.
- El Mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Porque cada persona brilla con su luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quienes se acercan, se encienden... llenos de amor y fuerza.
Aunque breve, este cuento siempre me ha resultado sumamente atractivo, tanto como el cuento que relató el Cisne; en los últimos tiempos, he reflexionado junto a otros íntimos amigos acerca del significado de determinados fuegos... y la conclusión es, que por ahora, y tal vez por un largo tiempo... es, de poder elegir, estar siempre cerca de aquellos fuegos que nos encienden, nos cuidan, nos protegen, nos enamoran y nos hacen seguir apostando por más.
Para este gato arisco y soñador, es una promesa a cumplir...
En compañía... |
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